miércoles, 19 de octubre de 2011

Y vos, ¿qué claves perdiste?

Hola a todas, ¿podrían ser todos, no?
Presento mis inquietudes del día: ¿qué pasa cuando una llega a los 30 con la comunicación? El número de cuentas de mails que tenés (tuviste) supera las 10. Entonces, "usernames" y "passwords" empiezan a enloquecerte, no te alcanzan las manos para anotarte, a modo de claves, el nombre de tu primer cachorro, la fecha de tu primer beso, la edad en que perdiste la virginidad y cuántas cosas más sabe la web , que a una se le cruzan como datos válidos para recordar. Resulta que un buen día como por arte de magia o de suerte (veremos) una olvida.
Es como si a partir de los 30 la memoria empezara a resetearse y a olvidar todos esos días mágicos, rosas, y posibles de ser acumulados como servilletas de restobar, sí, del resto en el que fulano te dijo no se qué cosa para que te pusieras tan, pero tan volátil.
En fin, la cosa es que una empieza a olvidar... y en ese olvido se van, además de los tan trillados momentos, ¡las claves! Una pierde las claves de acceso a sus cuentas, y el “user” deja de ser bienvenido para transformarse en un pobre marginado virtual, estigmatizado con el título de " Ud. no existe o es incorrecto", o lo que es peor, comienzan las pruebas de “dosage” vital, peticiones de ingreso de palabras ininteligibles que la máquina te larga para comprobar tu humanidad.
Qué cosa che... He perdido tantas claves en lo que va de mis 32 años, por lo que veo mi acceso restringido en más de un sitio a la vez, ya no puedo entrar a muchos espacios, algunos de los cuales me entristece porque implica que he perdido contacto, popularidad, y estoy asomando al "anonimato", confieso. Pero sucede que hay sitios vedados a los que no sólo no entristece la imposibilidad de entrar, sino que :¡gracias 30 por quitarme la memoria!
Siiii, gracias che, por introducirme al maravilloso mundo de los que no ingresan, de los que se quedan en la puerta, de los que siguen respirando porque están fuera. ¿Se entiende? Y bueno, pensemos qué claves deseamos olvidar, y cuáles recuperar, si es que hay alguna en el límite tan frágil que separa el coleccionismo de la selección.

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