martes, 10 de mayo de 2011

Un mundo sin necesidades

Hay días en que las necesidades básicas del ser humano tales como beber, comer, ir al baño, se vuelven obligaciones insoportables que cumplir, y uno quisiera ser la planta silvestre que recibe agua cuando se le ocurre a la lluvia caer o la luz caprichosa del sol.
Da fiaca hasta masticar, y se tornan ridículos el hambre y la sed… Es el absurdo círculo vital e inacabable de necesidades, que por ilimitadas en su repetición dan origen a la insatisfacción, haciéndose imprescindible el vínculo con el entorno y volviéndome cada vez más humana y dependiente de lo que podría haberse evitado si alguien, ocurrente, entre tantas ocurrencias inservibles como puede ser el inodoro , hubiese inventado ya la máquina de “superación del nunca acabado desarrollo del estadío de necesidades biológicas”, para poder dedicarme por fin a vivir.
Porque sí, siempre en medio de la vida, tenés ganas de comer, beber o ir al baño. La vida es corta y nos la pasamos en una mesa, o en un baño. Yo quiero vivir de corrido, sin que ninguna de estas inoportunas necesidades me intercepten las ganas de hacer algo, porque son ganas que se anteponen a otras ganas, y así se van sucediendo miles de ganas intermedias que demoran las primeras ganas. Y cuando trato de recordar cuáles eran las primeras, ya las olvidé, debiendo volver a empezar. ¡Re-trabajo constante es lo que me genera!
Ni hablar del sueño que me gana todas las ganas y me roba la mitad de las horas de vida. ¿Para qué? Para soñar que voy al baño o me como una milanesa con papas fritas… Entonces me levanto y voy al baño primero, acto seguido a la cocina.
Quiero vivir de corrido.