martes, 19 de abril de 2011

La casa de aquel poeta

Mi casa,
tan amplia para mi soledad,
tan pequeña para mis sueños.
Su color amarillo
de apretada realidad
me calma de día,
me entristece de noche.
Silencio que eleva
o mata.
Bastión de la ira
que encierra mi cuerpo
cuando nada basta.
Castillo de pensamientos,
encuentro y desencuentro
de mi alma conmigo,
conmigo el recuerdo.
Recuerdos, nostalgias.
Se encuadra la luna
en mi ventana
espiando curiosa
los rincones más lúgubres
de mi casa y de mi alma.
Intento pintarla,
es vano,
se mueve al compás de las ideas
y escapa…
Sentada en el piso
dibujo entonces el vacío,
y vuelvo a mirarla.
Comprendo que sólo
pretende mis horas más bajas.
Faltan cuadros pienso
mientras se detiene en mi ventana.
Y el ropero que aún no tengo
deja un espacio tremendo
donde cae la ropa
de quien desnuda su cuerpo y alma.
Un colchón blando y delgado
hospeda mis partes
cubiertas de brisa, de noche, de calma.
Un sillón negro me extraña,
y la mesa de luz más vieja que nunca
aún me acompaña.
Mientras, un espejo roto
agranda el espacio de mi cuarto
y me invita a mirarme tan dentro, tan dentro,
que cae una lágrima.
Duele el silencio, la calma,
la brisa, la ausencia del todo.
Es esto la vida…
una simple y fugaz morada.



Mi alma

En el decoro de tus ojos impíos

se deja entrever aquella lejana aurora,

recuerdo del tiempo insolente

que altiva trepabas

colgada de clarines de guerra,

y en un surco de arcilla cruda

tus manos forjaban grandes estatuas.

¿Eras tú, la misma de ahora?

Quién sabe, a dónde habrá ido mi soñadora alma,

a veces la siento acercarse

entre sombras de aquellas estatuas,

y miro en la noche apagada

su largo vestido gastado,

parece querer envolverme...

De pronto cae el alba,

se marcha dejando mis ojos

otra vez en letargo

sin mirada...

martes, 12 de abril de 2011

Presente del Infinitivo

Esas madrugadas húmedas
del naciente enero…
Sorprende la voz de un tiempo joven
de primeros amores, temblores.
Estaba yo en la iglesia de cantores entonces
esperando a la lluvia cesar
para volver a casa,
donde la cama antigua de una vieja tía
y el olor a vida ordenada sin reglas me aguardaba.
Espera que se pretende larga y eterna
cuando el tiempo del aquí y ahora es el único posible,
el único necesario.
Ahí me quedo en suspenso,
deseando que no acabe.
Y sigo buscando mi turno de antaño
para el mate amargo que se escapa de las manos.
Es que me parece sentir esa brisa ahora,
despidiendo la trasnochada
con historias de otra era,
lejanas a esa adolescencia febril, intensa,
que colma de infinitivo
la noche mojada.
Extraño la frescura del aura demorada adrede, con ganas,
en la ronda de primos hermanos, hermanos, primos,
lugar de sueños de a poco
Y vida de  golpe.
Amaba mis días de campo.
Añoro el grito alegre, alocado.
Y ahora que cuento recuerdos,
amaso la vida con calma.