En el decoro de tus ojos impíos
se deja entrever aquella lejana aurora,
recuerdo del tiempo insolente
que altiva trepabas
colgada de clarines de guerra,
y en un surco de arcilla cruda
tus manos forjaban grandes estatuas.
¿Eras tú, la misma de ahora?
Quién sabe, a dónde habrá ido mi soñadora alma,
a veces la siento acercarse
entre sombras de aquellas estatuas,
y miro en la noche apagada
su largo vestido gastado,
parece querer envolverme...
De pronto cae el alba,
se marcha dejando mis ojos
otra vez en letargo
sin mirada...
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