Título: MÁTATE, AMOR
Autora: Ariana Harwicz
En
la primera página del libro “Mátate,
amor” de la joven escritora argentina, Ariana Harwicz, nos encontramos con un
cuchillo, un tiro y un suicidio.
“Somos
parte de esas parejas que mecanizan la palabra amor hasta cuando se detestan; amor, no quiero volver a
verte”, dice la narradora/protagonista. Una mujer alienada por la vida familiar
que lleva en el campo, junto a su marido y su pequeño hijo. Vida que se transforma en una bomba de tiempo
a punto de explotar en cualquier momento del relato. Su insatisfacción por la
rutina de ser madre, esposa y ama de casa la llevan a un existencialismo
extremo que cuestiona las bases de la vida familiar convencional: “Todo lo que se pudre
forma una familia”.
Un
libro para leer exaltados, que nos quita la respiración al intentar seguir el
ritmo del personaje que nos habla. Una voz exasperada, genuina y feroz, que sólo
va a encontrar eco de auxilio y sosiego en el bosque que rodea la casa, y más
precisamente en la mirada de un ciervo. “El ciervo es un hombre, el hombre que
sabe mirar mi tristeza infinita”. Lo
bestial al rescate de lo humano, sentencia Alicia Dujovne Ortiz en la
contratapa. La narradora nos deja sin
aliento.
Se
destaca el interés de la autora puesto en lo instintivo y biológico del ser
humano, y al mismo tiempo, en los grandes temas que han acaparado la atención
de los filósofos durante la historia de la humanidad: el amor, la locura y la
muerte.
El
relato es un diálogo de la narradora consigo misma, con su alma, donde la intervención del
lector está autorizada por la protagonista, quien nos pide, implícitamente, un manto de
piedad. Quiere que nos volvamos indulgentes con sus más salvajes instintos. Y
lo logra.
A lo largo de la lectura vamos descubriendo en
un acto de reflejo inconsciente (“No hay imagen sin el otro, dice Harwicz”) el
alto grado de condescendencia que opera en nuestras vidas como mecanismo de
conciliación social, y la falta de
sinceridad con nuestros verdaderos sentimientos y deseos. En esta historia no
hay represión, el instinto del Tánatos
Freudiano prima sobre el Eros, y
conduce a nuestra protagonista al borde del abismo en todo momento. Sin nombres, pero con un trabajo muy agudo
sobre la psicología de los personajes,
la autora consigue que nos volvamos cómplices de la violencia encerrada en un
cuerpo de mujer, que clama para que la
liberen de su humanidad.
La
ópera prima de Ariana Harwicz bien
puede convertirse en la puerta hacia una literatura neoexistencialista; en tiempos donde cuesta detenerse a pensar y cuestionar las reglas
sociales y de convivencia, ella nos
somete a hacerlo. Un sometimiento que nos libera del exceso de conformismo
social.
Interroga la
narradora luego de describir las acciones del día de su suegro: “¿Y eso es un
día vivido? ¿Eso es un ser humano viviendo un día de su vida?”.
Un libro que nos dejará muy intranquilos.